Friday, November 28, 2008

RECOMENDACIONES PARA CONTAR UN CUENTO







“El secreto de la felicidad” Paolo Coello, del libro “El Alquimista”

Cierto mercader envió a su hijo con el más sabio de todos los hombres para que aprendiera el secreto de la felicidad. El joven anduvo cuarenta días por el desierto hasta que llegó a un hermoso castillo en lo alto de una montaña. Allí vivía el sabio. Sin embargo, en vez de encontrar a un hombre santo, el joven  entró al castillo y encontró una actividad inmensa. Mercaderes que entraban y salían, personas conversando en los rincones, una pequeña orquesta que tocaba y una mesa repleta de manjares.
El sabio conversaba  con todos y el joven tuvo que esperar horas para que lo atendiera. El sabio escuchó atentamente el motivo de su visita, pero le dijo que en aquel momento no tenía tiempo para explicarle el secreto. Le sugirió que diese un paseo y que volviera horas más tarde. Le pidió esto entregándole una cucharita de té en la que dejó caer dos gotas de aceite. Le pidió de favor que mientras daba el paseo la llevara cuidando que el aceite no se derramara.
El joven comenzó a bajar y subir escaleras del palacio manteniendo siempre los ojos en la cucharita. Pasadas dos horas regreso junto al sabio. ¿Qué tal?- le pregunto el sabio- ¿Viste los tapices de Persia que hay en mi comedor? ¿Viste el Jardín del maestro de los Jardines que demoró diez años en hacerse? ¿Revisaste los pergaminos de la biblioteca?
El joven tuvo que confesar que no había visto nada porque estuvo todo el tiempo cuidando que no se derramaran las dos gotas de aceite de la cucharita.  Entonces vuelve- dijo el sabio- conoce las maravillas de mi mundo, no se puede confiar en un hombre si no se conoce su casa.
Más tranquilo el joven se fue de nuevo con la cucharita. Recorrió el palacio, miró con atención las obras de arte, el jardín y los pergaminos. De regreso le relato al sabio  todas las maravillas que había visto. ¿Y las gotas de aceite?- preguntó el sabio.
El joven se dio cuenta que entusiasmado mirando todo las había derramado.
-          Pues el consejo que te doy es este –dijo el sabio-  el secreto de la felicidad es mirar todas las maravillas del mundo sin olvidarte  nunca de las dos gotas de aceite que llevas en la cuchara que esta en tus manos.
















Elvia Pérez Nápoles
1.- Lo primero es encontrar el cuento que quiero contar, ese que necesito decirle a otros y compartirlo.
2.- Debo leerlo más de una vez, tratando de entender su mensaje.
3.- Hago un esquema de los sucesos del cuento, de esas acciones que no pueden faltar porque perdería el sentido o no se entendería y la fijo en mi memoria.
4.-Re- escribo el cuento partiendo de esa cadena de sucesos que ya conozco.
5.- Ahora que lo he escrito con mis propias palabras lo vuelvo a leer para ver que personaje o suceso quiero recrear, destacar, darle mayor o menor peso según mi propio punto de vista que no necesariamente tiene que ser el del autor. En esta labor si necesito modificar algo del texto original, ya sea del principio, del desarrollo o del final lo hago. Dejo listo el material para decirlo oralmente.
6.- Digo el texto en mi versión oral del mismo. Si es muy largo lo voy diciendo primero en partes hasta que puedo decirlo de una vez completo.
7.- Ejercito mi versión oral y la disfruto marcando las intenciones, las pausas necesarias, venciendo las dificultades que tenga en la dicción, pruebo el volumen que necesita cada parte, ensayo nuevas posibilidades.
8.- Voy fijando y estudiando todos los gestos que han salido espontáneamente al ensayar mi versión oral y compruebo que son coherentes con lo que dice el texto. Pienso y estudio el movimiento, si es necesario, hacia donde y en que momento y los fijo. Repaso todo de nuevo encontrando niveles para el texto si los necesita.
9.- Pienso y establezco una manera de introducir el cuento; si voy a presentarlo hablando de él con el público, si solo voy a decir el título y el autor, si no voy a decir nada y utilizaré un fragmento de texto poético o de una canción u otra cosa. Voy a pensar mucho en el final, en la frase con que cierro el cuento, el gesto, la intención, la fuerza o la dulzura necesaria para que todo el que este presente entienda que el cuento terminó.
10.- Voy a pensar en la belleza de la puesta en escena del cuento, desde el cuidado de mi propia persona al presentarme, el vestuario que utilizo, si necesito o no algún elemento, música o apoyo para que el resultado sea un hecho artístico.
11.- Lo voy a contar de la manera más natural posible, entregándome a todos los que me miran y yo miro, como si estuviera diciéndoles con el cuento: este soy yo y me entrego a ustedes con amor, recíbanlo.
12.- Voy a escoger muy bien el cuento que voy a contar de acuerdo al público a quién lo voy a ofrecer, al lugar, al momento. Hay cuentos que funcionan para todos los públicos y en todos los lugares, pero otros no porque pueden resultar agresivos para un sector de la población o porque el solo hecho de no entender lo que se dice puede ya invalidar el texto. El que escucha debe de entender de inmediato lo que estoy diciendo porque de lo contrario se rompe la comunicación. 13.- Voy a cuidar mucho la belleza de mis palabras sin que sean huecas o rebuscadas porque lo que estoy construyendo oralmente es una obra de arte. No voy a tener en mi versión oral frases chabacanas ni de mal gusto, tampoco un metalenguaje que solo entienda yo. Voy a cuidarme de no tener muletillas verbales que empobrecen la interpretación y voy a pronunciar bien todas y cada una de las palabras sin caer en sonidos silbantes ni exageraciones afectadas.
14.- Voy a disfrutar mucho ese momento de contar mi cuento porque es único, efímero e irrepetible, porque aunque vuelva a contar el cuento nunca será el mismo, ni la situación, ni el público.